Esta obra es una especie de «jardín literario» donde cada canción, poesía y cuento intenta emular una flor, tal vez por la necesidad de no pasar desapercibidas.
Después del mar no hay más nada es una «familia de flores» que Javier publicó con la idea de rescatarlas de la intemperie, de protegerlas del viento o, al menos, que baile entre ellas sin dañarlas.